Foto: Estefanía Leal/Archivo El País.

El gobierno confirmó que deja atrás definitivamente la idea del tranvía y apuesta a un plan más realista: ómnibus articulados para el área metropolitana. En el papel suena eficiente y moderno, pero en la práctica parece otra jugada que termina reforzando el monopolio histórico del transporte en manos de unos pocos.

Lo que se propone

Crítica y mirada personal

  1. Menos humo, pero siempre el mismo beneficiado
    El tranvía era un lujo impracticable, cierto, pero lo que se plantea ahora termina reforzando a Salgado y CUTCSA. No se trata solo de movilidad: es de quién controla el negocio.
  2. Eficiencia aparente, dependencia real
    Los tiempos de viaje bajan, sí, pero la dependencia de los mismos operadores se mantiene intacta. Cambia la flota, no el modelo de poder.
  3. Otra vez se habla de reforma, pero el fondo no cambia
    Se presenta como un rediseño profundo, pero en realidad es un maquillaje moderno que asegura que el mismo grupo económico siga manejando el transporte en Montevideo.
  4. Inversión millonaria, retorno concentrado
    US$ 130 millones que terminan en infraestructura que solo unos pocos podrán explotar. Una vez más, el Estado invierte y los privados concentrados cosechan.
  5. Política de acuerdo, pero con sesgo
    Se aplaude la coordinación entre gobierno, intendencias y multilaterales, pero poco se habla de la transparencia y de por qué no se abre el juego a nuevos actores.

En resumen

El plan de ómnibus articulados se vende como modernización, pero en el fondo es más de lo mismo: un transporte metropolitano cada vez más dependiente de un monopolio privado que hace décadas maneja el tablero. Uruguay necesita soluciones de movilidad que piensen en la gente, no en seguir engordando a los mismos bolsillos.


Una verdadera modernización no es solo cambiar de tranvía a ómnibus articulados: es democratizar el transporte, abrir la cancha y dejar de jugar siempre para el mismo equipo.