
El gobierno confirmó que deja atrás definitivamente la idea del tranvía y apuesta a un plan más realista: ómnibus articulados para el área metropolitana. En el papel suena eficiente y moderno, pero en la práctica parece otra jugada que termina reforzando el monopolio histórico del transporte en manos de unos pocos.
Lo que se propone
- Dos líneas principales de alta frecuencia:
- Línea A: Zonamérica – Ciudad Vieja (23 km, 41 paradas). Pasa de 68 a 43 minutos de viaje.
- Línea B: El Pinar – Plaza Independencia (30 km, 48 paradas). Pasa de 81 a 54 minutos.
- Carriles exclusivos centrales, validación previa del boleto, pasos a desnivel y conexión con bicisendas.
- Tramos subterráneos en puntos críticos como Fernández Crespo – Plaza Independencia, bajando de 22 a 7 minutos.
- Inversión estimada: US$ 85 millones en infraestructura y US$ 45 millones en flota.
- Capacidad: entre 140 y 200 pasajeros por ómnibus, frecuencia de hasta 2 minutos.
Crítica y mirada personal
- Menos humo, pero siempre el mismo beneficiado
El tranvía era un lujo impracticable, cierto, pero lo que se plantea ahora termina reforzando a Salgado y CUTCSA. No se trata solo de movilidad: es de quién controla el negocio. - Eficiencia aparente, dependencia real
Los tiempos de viaje bajan, sí, pero la dependencia de los mismos operadores se mantiene intacta. Cambia la flota, no el modelo de poder. - Otra vez se habla de reforma, pero el fondo no cambia
Se presenta como un rediseño profundo, pero en realidad es un maquillaje moderno que asegura que el mismo grupo económico siga manejando el transporte en Montevideo. - Inversión millonaria, retorno concentrado
US$ 130 millones que terminan en infraestructura que solo unos pocos podrán explotar. Una vez más, el Estado invierte y los privados concentrados cosechan. - Política de acuerdo, pero con sesgo
Se aplaude la coordinación entre gobierno, intendencias y multilaterales, pero poco se habla de la transparencia y de por qué no se abre el juego a nuevos actores.
En resumen
El plan de ómnibus articulados se vende como modernización, pero en el fondo es más de lo mismo: un transporte metropolitano cada vez más dependiente de un monopolio privado que hace décadas maneja el tablero. Uruguay necesita soluciones de movilidad que piensen en la gente, no en seguir engordando a los mismos bolsillos.
Una verdadera modernización no es solo cambiar de tranvía a ómnibus articulados: es democratizar el transporte, abrir la cancha y dejar de jugar siempre para el mismo equipo.